Nuestro planeta, nuestro único planeta, sustenta a la humanidad y a muchas otras especies. Sin embargo, nuestra falta de respeto e indiferencia hacia nuestro propio sistema de soporte vital nos hace cada vez más vulnerables.
A principios de 2020, el virus COVID-19 golpeó abruptamente a la humanidad. Nunca antes una pandemia se había propagado de manera tan agresiva y había afectado a toda la raza humana casi simultáneamente. Ahora estamos comenzando a sentir algunos de los impactos reales y principales de lo que puede causar una pandemia a nivel mundial. Se han documentado muchos de los impactos económicos, sociales y otros relacionados con el ser humano, pero los impactos ambientales han quedado relegados.
La investigación indica que el COVID-19 se originó de un coronavirus descubierto en el murciélago de herradura chino (Rhinolophus affinis) que por casualidad mutó en otro animal salvaje (probablemente una especie en peligro de extinción como el pangolín), manteniéndolo vivo en horrendas jaulas en un mercado de vida silvestre en Wuhan, China. A pesar de que las organizaciones pro vida silvestre exigen el fin de este tipo de mercados, pocas autoridades los escuchan. Y, sin embargo, la frecuencia e intensidad de las pandemias y brotes de nuevos y graves virus está aumentando, principalmente por el tráfico de vida silvestre y la degradación ambiental.
Aquí en Colombia, los impactos del vergonzoso tráfico de vida silvestre en China ha provocado la muerte de decenas de miles de colombianos y una economía en ruinas. Sorprendentemente, ¡la misma falta de respeto e indiferencia hacia el medio ambiente en China está creciendo en Colombia!
Desde 1998, la Fundación ProAves ha enfrentado muchos desafíos para proteger sus 28 Reservas Naturales en Colombia, desde secuestros hasta conflictos armados. Sin embargo, con las autoridades ambientales y la policía ocupadas por la pandemia, hemos sido testigos de un aumento catastrófico en la explotación ilegal de recursos naturales, como la caza furtiva y la tala.
Hoy, el COVID-19 nos representa otro gran desafío para la conservación, ya que un pequeño grupo de personas sin escrúpulos ha visto la pandemia como la oportunidad para infligir agresivamente nuestros predios y causar daños ambientales en las preciosas Reservas Naturales de Colombia.
Durante los últimos meses hemos registrado ataques diarios de madereros y cazadores furtivos en muchas Reservas ProAves; desde los bosques nubosos de la Sierra Nevada de Santa Marta hasta el Chocó, y desde los bosques lluviosos del Amazonas en Meta hasta el Urabá. Para combatir esta grave situación, en los últimos dos meses la Fundación ha presentado nueve demandas penales y ha enfrentado decenas de actos ilícitos dentro de sus Reservas Naturales. También ha contratado, y capacitado, a diez guardabosques adicionales para proteger las Reservas que están siendo atacadas. Afortunadamente, la cuarentena coincidió con la temporada de lluvias, lo que ha ayudado a evitar daños por incendios, pero a medida que entramos en otra estación seca, seguiremos trabajando para aumentar la vigilancia y prevenir daños potencialmente catastróficos adicionales.
Además de la intensa presión que se vive por parte de los infractores, la Fundación ha visto un aumento de mascotas abandonadas, como perros y gatos, que buscan refugio en las Reservas, cazando la vida silvestre amenazada. Asimismo, se han encontrado personas de ciudades que están tratando de colonizar y asentarse en los bosques de las Reservas y bosques claros para hacer agricultura y/o crear vivienda. En Nariño, el principal oleoducto trasandino corre junto a la Reserva ProAves El Pangán, donde se están produciendo chuzadas ilegales y muy peligrosas para robar petróleo (se perfora un agujero en la tubería), y terminan arrojando grandes cantidades de este crudo a los ríos locales que envenena el agua de muchos pueblos indígenas y afrocolombianos río abajo. También, los mineros de oro invasores han intentado acceder a algunas Reservas ProAves.
Todas estas situaciones han puesto en riesgo, no solo la conservación de la vida silvestre en peligro de extinción, sino también a los 35 guardabosques desarmados de ProAves y a sus familias. Ellos, quienes son los guardianes de cada Reserva, han recibido amenazas de muerte y han tenido encuentros amenazadores a medida que crece la presión para explotar las Reservas Naturales.
El equipo de ProAves continúa en alerta máxima. Todos los días, ante esta gran adversidad, estos héroes enfrentan situaciones difíciles armados solo con coraje y su amor incondicional por la naturaleza.
Con tantos desafíos que enfrenta la humanidad y Colombia hoy en día, es fácil pasar por alto el daño acelerado que se nos inflige a la naturaleza. Pero necesitamos desesperadamente cuidar nuestro planeta y respetar los límites entre la naturaleza y el hombre. El COVID-19 no será el último virus, pero proteger y conservar la naturaleza garantizará que no volvamos a presenciar una pandemia mundial.